¡Irrepetible…!
Coalición de los Ford GT-40 (motor V8 de 4.7 litros, 390 CV a 6.500 vueltas y peso aligerado hasta los 960 kilos -chasis en “nido de avispa”-) dispuestos para la salida de las 24 Horas de Le Mans (1967). Todas las unidades poseen la parte posterior aerodinámicamente diseñadas (“cola larga”) para mejorar sus prestaciones en las rectas del circuito francés. El desafío que Ford lanzó (y provocó) a Ferrari resultó aplastante: los americanos se imponían en cuatro ediciones consecutivas (1966-1969), sobre diferentes versiones del GT-40, pese al cerrojo que los italianos intentaron desplegar, sin conseguirlo, a lo largo de cuatro campeonatos mundiales. En 1970, cuando la FIA cambió la reglamentación limitando la cilindrada máxima en los 3 litros, Ford abandonaba oficialmente el certamen de carreras de resistencia. En la imagen, en primer término, el Ford GT-40 MK.IV de los estadounidenses Dan Gurney-Anthony J. Foyt (dorsal Nº 1, vencedores absolutos de la prueba). Le preceden Bruce McLaren-Mark Donohue (MK.IV, 4º scratch), Ronnie Bucknum-Paul Hawkins (MK.IIB, retirados al fundir una biela), Lucien Bianchi-Mario Andretti (MK.IV, accidente), Dennis Hulme-Lloyd Ruby (MK.IV, accidente) y Frank Gardner-Roger McCluskey (MK.IIB, accidente). Todo un símbolo legendario de aquellos míticos prototipos americanos que hasta en el sonido de sus escapes, un ronquido ensordecedor, presagiaban amenazas para sus contrincantes.