Luther Johnson (1903-1978) en las vísperas de la prueba.
En la imagen con el Rigling-Studebaker Special
Probo junto a su mecánico personal, William Tucker, diferentes argucias técnicas o mecánicas, todas ellas descartadas, incluidos los asimétricos neumáticos dobles posteriores de la foto.
Un monoplaza con chasis de aluminio, diseñado por Herman Rigling, provisto de un motor Studebaker de 8 cilindros con una capacidad de 5.5 litros (potencia de 210 CV/4.200 vueltas) y 1.150 kg. Una bestia americana de pura raza.
Tras los entrenamientos oficiales (jornada salpicada por varios accidentes mortales), Johnson tomaba la salida desde la 20º posición mientras que al término de las 500 Millas, carrera igualmente jalonada por varios incidentes mortales, se clasificaba 10º de la General (se embolsaría 1.100 dólares de la época).
Amédée Gordini y sus monoplazas de Fórmula 1 en torno al “Equipe Gordini”.
El constructor galo había alineado dos unidades oficiales que se confiaron al franco-brasileño Hernando-Joao da Silva Ramos (Nº 14), más conocido como “Hermano” o “Mano”, y al francés Robert Manzón (Nº 15). Los monoplazas Gordini T-32 (motores de 2.5 litros y 8 cilindros en línea que arrojaban 250 CV/8.200 vueltas) nunca fueron competitivos en la especialidad. En Silverstone, da Silva se retiraba por rotura del eje trasero mientras que Manzón sería 9º de la General (a siete vueltas de diferencia del vencedor de la prueba, (Juan Manuel Fangio-Ferrari) y por detrás del catalán Francisco “Paco” Godia (Maserati 250-F).
¡Irrepetible…!
Coalición de los Ford GT-40 (motor V8 de 4.7 litros, 390 CV a 6.500 vueltas y peso aligerado hasta los 960 kilos -chasis en “nido de avispa”-) dispuestos para la salida de las 24 Horas de Le Mans (1967). Todas las unidades poseen la parte posterior aerodinámicamente diseñadas (“cola larga”) para mejorar sus prestaciones en las rectas del circuito francés. El desafío que Ford lanzó (y provocó) a Ferrari resultó aplastante: los americanos se imponían en cuatro ediciones consecutivas (1966-1969), sobre diferentes versiones del GT-40, pese al cerrojo que los italianos intentaron desplegar, sin conseguirlo, a lo largo de cuatro campeonatos mundiales. En 1970, cuando la FIA cambió la reglamentación limitando la cilindrada máxima en los 3 litros, Ford abandonaba oficialmente el certamen de carreras de resistencia. En la imagen, en primer término, el Ford GT-40 MK.IV de los estadounidenses Dan Gurney-Anthony J. Foyt (dorsal Nº 1, vencedores absolutos de la prueba). Le preceden Bruce McLaren-Mark Donohue (MK.IV, 4º scratch), Ronnie Bucknum-Paul Hawkins (MK.IIB, retirados al fundir una biela), Lucien Bianchi-Mario Andretti (MK.IV, accidente), Dennis Hulme-Lloyd Ruby (MK.IV, accidente) y Frank Gardner-Roger McCluskey (MK.IIB, accidente). Todo un símbolo legendario de aquellos míticos prototipos americanos que hasta en el sonido de sus escapes, un ronquido ensordecedor, presagiaban amenazas para sus contrincantes.
Épocas de gentleman driver hasta en la compostura al volante, la vestimenta y los complementos deportivos para conducir un Fórmula 1… Amén de las competiciones puntuables para el Campeonato del Mundo, en 1951 se organizaban, como era tradicional, un buen puñado de carreras internacionales, no valederas para el certamen (una veintena larga), pero en donde concurrían los mejores pilotos y las más prestigiosas escuderías: Grandes Premios de Siracusa, Pau, Bari, Roma, Pescara, Goodwood… En la imagen, el XIII Gran Premio de Albi (Francia, 1951) que se disputó en el largo circuito urbano capitalino (8.954 metros) al que había que recorrer 34 vueltas. Entre los numerosos monoplazas Talbot-Lago T-26 C descuellan las dos unidades de la “Ecurie Rosier” que pilotarán Louis Rosier (en la imagen) y Louis Chiron. Disponen de un motor de 6 cilindros en línea de 4.5 litros -triple carburación Zenith- que desarrollan 260 CV/4.800 vueltas para 950 kilos. La carrera se la adjudicaba Maurice Trintignant (Simca-Gordini T-15/1.5) al desplazar por 2’26”1 a Rosier. Será 3º André Simon (Simca-Gordini T-15/1.5)… Hasta bien entrados los años sesenta, la organización de carreras de F1 no puntuables para el Mundial fue masiva y enriquecedora.
En la temporada deportiva de 1967 se disputaron en Europa más de 125 pruebas de Fórmula 3. En nuestro país se organizaban dos carreras, la del Jarama, valedera para el Campeonato de Europa de la modalidad, y -ver imagen- la de Montjuich (II Gran Premio de Barcelona-Trofeo Juan Jover) que se celebro el 9 de Abril y no fue puntuable pero que tuvo una gran participación foránea y animó a varios pilotos catalanes alquilar un monoplaza para la ocasión: Rafael Marsans y Jaime Piera (Brabham-Ford BT-18); Ramón Grifoll, Álex Soler-Roig, Javier de Vilar y Juan Fernández (Lotus-Ford 41) o José Mª Juncadella con el Lotus-Ford 35 del “John Willment Automobiles” La competición consistió en dos carreras o series, de 20 vueltas cada una, más una final (35 vueltas) en donde competirían los pilotos mejor clasificados en las tandas anteriores… En la imagen, el catalán Ramón Grifoll (Nº 67; Lotus-Ford 41 alquilado al “Team Broadspeed”), un apasionado del Rallye de Montecarlo que afrontará en varias ediciones sobre mecánicas BLMC Cooper S, es embestido por el británico Malcolm Smith (Nº 69; Brabham-Ford BT-21 del “David Bridges Racing”). Aunque ambos volantes lograrán clasificarse para la carrera final, Grifoll denotará problemas de estabilidad y dirección a raíz del impacto y finalizará 18º de la General mientras que el inglés se situará 8º en una prueba que se adjudicará el francés Henri Pescarolo (Matra-Ford Cosworth MS-6).